El drama y la reinvención de Gabriel Molina, la tremenda promesa del fútbol amputado | La Nación

2023-03-08 14:40:07 By : Ms. kerry wei

Gabriel y sus inseparables bastones canadienses, los que usa a la hora de jugar al fútbol, pero también los prefiere para su andar cotidiano. A veces los alterna con muletas o con una prótesis en lugar de su pierna izquierda. Foto Alonso Tenorio (Alonso Tenorio)

Siempre es difícil entrevistar a un niño, mucho más cuando buena parte de la historia implica volver a un pasado reciente cuando, en octubre del 2017, después de cinco meses de férrea lucha contra un agresivo cáncer de fémur en su pierna izquierda, Gabriel Molina González recibió la noticia por parte de su madre, acompañada de profesionales en psicología, de que todos los esfuerzos --incluido el incómodo yeso que tuvo que cargar durante buena parte del proceso-- no habían dado el resultado esperado y que era necesario amputarle su pierna izquierda.

Pero bueno, aunque de todas maneras fue un ejercicio retador sentarnos a hablar de su historia, antes y después de la amputación, al menos hubo una importante ruptura del hielo a la hora de conocernos el pasado lunes 19 de abril por la mañana, cuando un equipo de este diario arribó a su casa, en la populosa comunidad de León XIII, de Tibás, donde él y su madre, doña Juanita, nos esperaban.

Por más fotos y videos que hubiéramos visto de previo, es un reto describir el grado de agilidad con el que se mueve Gabriel dentro de su casa, apoyado en dos “bastones canadienses” (así se les llama) que son las que más usa porque son su herramienta en el fútbol, aunque también se han vuelto su implemento favorito en lugar de las muletas o de una prótesis que hace de pierna izquierda.

En cambio, asido a sus bastones y casi siempre arriba de amada bicicleta, derriba cada vez más límites, por supuesto, asido a sus brazos y pierna derecha, al estilo “monito”, el que él inventó el día que arribó a su casa, proveniente del Hospital Nacional de Niños Carlos Sáenz Herrera, en una hermosa anécdota a la que volveremos más adelante.

Acompañada del fotoperiodista Alonso Tenorio y del periodista audiovisual Kenneth Barrantes, no bien llegamos al umbral de la humilde pero acogedora casa, cuando nos encontramos a la hoy estrella de fútbol amputado de pie, apoyado en uno de sus bastones, vestido con una camiseta deportiva y una panta, y saludándonos cordial pero sin mucha parafernalia, como quien ya está acostumbrado a rozarse con adultos y también a contarle su historia a quien deseé escucharla.

Doña Juanita González, su madre y quien es otro personajazo de esta historia, sale presurosa a recibirnos y como ya habíamos quedado de previo, nos dispusimos a cruzar hacia la plaza del barrio, a unos 100 metros de la vivienda.

No habíamos terminado de decirle a la señora qué implementos llevar, cuando vimos a Gabriel cruzar como Flash para sacar su uniforme deportivo de una habitación, luego buscó los tacos para cambiárselos por las tenis que andaba porque, según dijo, “con las tenis no puedo hacer series”. Pecado capital, para él, siendo que ha dotado su pie y pierna derecha de todo el potencial que le es posible... por algo no solo juega en el puesto de centro delantero de la Rama infantil de la Asociación Deportiva de Fútbol para Amputados, sino que además se ha ganado, gracias a su destreza y entusiasmo, nada menos que el apetecido #10 en su espalda.

En las alamedas de su barrio, en León XIII, es una escena frecuente ver a Gabriel con sus bastones, su balón y su mochila a cuestas, todos sobre su ya viejita y destartalada bicicleta. Él, para no variar, se las ingenia. Foto Alonso Tenorio (Alonso Tenorio)

La cosa es que duramos más nosotros recogiendo libreta, trípode, equipo de video y demás, que Gabriel empacando sus cosas en un salveque y luego sacando de un tilichero que tenía en el corredor, uno de sus bienes más preciados, su destartalada bicicleta, la que aún usa en distancias cortas a pesar de que no le sirven los frenos y con costos los pedales, pero con la que tiene un apego quizá inconsciente pero eterno.

Nos contó que el día después de que regresó del hospital, ya sin su pierna, decidió subir a su bicicleta... y entonces descubrió el prodigio de que tenía sus otras tres extremidades intactas... ese diciembre, con sus seis años recién cumplidos y aunque posiblemente en su infantil mente él no lo procesó así, el haber podido maniobrar su amada bici de alguna forma le mostró el camino... un camino que apenas un año después lo tendría subido en un avión rumbo a Alemania, a sus siete años, ya como integrante de la Selección de Fútbol Amputado... como les contaremos más adelante. Paciencia, gente, que este historión lo vale.

El pasado 1 de marzo, la la Unión de Federaciones Europeas de Fútbol (UEFA) celebró el Día Internacional de la Cero Discriminación con varias fotografías de deportistas ejemplares en sus redes sociales. Gabriel Molina fue uno de los elegidos. FB UEFA

Era un día cualquiera de junio del 2017. Doña Juanita, madre de tres hijos varones (Gabriel es el de en medio), estaba en el jaleo cotidiano de dejarles todo listo a sus hijos antes de irse a su trabajo en la cocina del Centro Nacional de Rehabilitación, CENARE (hoy transformado en el CEACO, el centro médico especializado en pacientes afectados por la covid-19).

El chiquillo regresó como todos los días, feliz, sudoroso, contando sus anécdotas del día en el kínder, solo que ella percibió que renqueaba levemente con su pierna izquierda. “Seguro es un jaloncillo en el músculo, por estar chiroteando” se dijo la madre. Pero con el paso de los días, la situación persistió y se agravó.

Le preguntaba a Gabriel si se había golpeado y él le decía que no y seguía en sus juegos con los amiguitos del barrio, solo que ella se percató de que el renqueo se había vuelto permanente y llegó el momento en que decidió llevarlo a la clínica, sin pensar siquiera que lo que parecía un golpe muscular o algún tirón, desencadenaría un abrupto cambio durante los meses subsiguientes del 2017 y, claro, durante el resto de sus vidas. No es dramático decir que la amputación de un miembro vital constituye un drástico cambio en la vida de cualquiera y en el de su círculo íntimo.

Entre junio y octubre del 2017, Gabriel y el personal médico del Hospital de Niños lucharon por erradicar su cáncer. Acá, durante los meses que recibió quimioterapia. Al final, en octubre, se tomó la decisión de amputar su extremidad para salvar su vida. Foto Juanita González

La interminable madeja de citas, primero en la clínica de Tibás, luego ya las remisiones al Hospital de Niños, se convirtieron en un empedrado camino... muy a su pesar, doña Juanita pensaba que algo estaba mal, pero ni en sus más negativos pensamientos se le aparecía la palabra “oncología”, hasta que llegó el momento.

Sin dejar de ponderar con sus nombres y apellidos a los profesionales en salud y psicología del Hospital de Niños que la guiaron e informaron en aquella coyuntura, recuerda particularmente cuando el médico a cargo le dijo, haciendo acopio de toda la prudencia y sensibilidad posibles, que su pequeñito de cinco años tenía un tumor “complicado” en el fémur de la pierna izquierda y que harían todo lo posible por salvarlo del cáncer.

“Uno siente que se despega del suelo. Ya solo el hecho de que tuviera un carcinoma en la piernita le abre a uno la posibilidad de todos los temores que pueden pasarle a uno por la cabeza, encima... ¡es un chiquito de cinco años! Son momentos en los que uno se bloquea, en todo el proceso a mí me pasó varias veces, porque lo primero que uno piensa es ‘¿por qué a mí? ¿por qué a él?”, rememora doña Juanita ya con un tenor facial de alegría ante el desarrollo de los acontecimientos posteriores...

Doña Juanita es, por diversas razones, la coprotagonista de esta historia. Desde que hablamos por teléfono, la percibí diáfana, entusiasmada, de esas personas que emanan luz ya como parte de su ADN.

No se complicó a la hora de coordinar el día y la hora de nuestra visita, a pesar de que luego tenía que pegar carrera para llegar al CEACO, aunque de previo ya había obtenido el permiso de sus jefaturas.

Otra mamá (al menos, yo), no habría enviado al güila a la escuela León XIII, donde cursa el tercer grado. Total nosotros llegábamos a las 10 de la mañana, pero ella lo envió a clases durante tres horas y luego, de nuevo, con permiso del maestro, lo fue a recoger para que estuviera en punto a las 10 en la casa.

Doña Juanita González narró toda su odisea y sufrimiento y, aunque no pudo evitar las lágrimas en un par de ocasiones, en general se caracteriza por su vigor, su sonrisa y su fe a toda prueba. Acá, con su hijo Gabriel. Foto Alonso Tenorio (Alonso Tenorio)

En medio de aquel calor demencial del lunes en la mañana, nos recibe en sandalias, con un pantalón corto de mezclilla y una t-shirt negra. Ni gota de maquillaje: igual no hacía falta, pero acostumbrados cómo estamos a que casi todos los entrevistados se vistan y maquillen para las fotos, más aún para el video, la actitud de doña Juani simplemente nos maravilló al mismo tiempo que nos desarmó.

Horas después, tras haber escuchado los detalles de su vía crucis y de llorar con y por ella --no hay fuerza capaz en este mundo de no empatizar con una historia de ese calibre-- con la misma alegría que emana nos dio el “hasta luego”, no sin antes detenernos para regalarnos “unos mangos bien ricos, guanacastecos”, cuatro hermosuras de frutas, pues tuvo la deferencia de fijarse que en el carro íbamos cuatro, pues recién había llegado el conductor que nos fue a recoger, Ricardo Sánchez.

Y ahí veníamos, de regreso desde la León XIII, a pocos kilómetros del diario, cada uno feliz con su mango y los que habíamos estado en toda la cobertura cavilando y comentando la gran experiencia que acabábamos de vivir.

De vuelta a la entrevista, tres horas antes, mientras mis compañeros de foto y video armaban el “set”, en aquella cancha que no era más que un planché rodeado de zacate crecido y un par de frondosos árboles que nos sirvieron de locación observo, callada, a Gabriel.

Llegó primero que nosotros, tiró la bicicleta y sus bastones por allá y escaló un árbol con una agilidad impensable, tan alto como pudo y ahí hubiera seguido si no fuera porque lo urgimos a “bajarse”, pues ya íbamos a comenzar con la plática.

A la hora del descenso, se desdobló cual gimnasta, pero con la naturalidad de quien ha aprendido a conducirse físicamente a puro instinto. Ahí no hay manual que valga.

Sentados en par de sillas que trajo doña Juanita al hombro (no nos dejó ayudarle a cargarlas, en un gesto de pura cortesía) para instalarnos debajo del árbol, empecé a sentir la espalda perlada de la congoja, pues en 28 años en esto, pocas entrevistas me han desarmado como la que le hice a Gabriel Molina González. Ya lo dije al principio, es muy difícil entrevistar a un niño, y más con un tema tan sensible.

Quería conversar con él primero, y luego con doña Juanita. Una vez que lo tuve enfrente, habiéndolo visto jugársela para hacer todo lo que haría cualquier niño de su edad con sus extremidades completas y hasta más acrobacias, empiezo a buscar las palabras adecuadas mientras él permanece sentado enfrente, mirándome fijamente, a ver qué es lo que le voy a preguntar.

Jhanny Flores y Harold Villalobos (en los extremos del grupo), entrenadores y fundadores del proyecto Asociación Deportiva de Fútbol para Amputados. Acá posan con la rama infantil. Gabriel Molina es el quinto de los niños, en el orden usual. Neytan Alfaro (penúltimo a la derecha) es el mayor de todos, tiene 15 años. Foto Harold Villalobos

Más allá de su situación de salud, me maravilla la inocencia de quien observa a su entrevistadora sin inmutarse en lo absoluto. Totalmente sin poses. Llegó el temido momento en que Kenneth (mi compañero de video) me lanza el: “Listo, estamos grabando”, y yo torpemente (así me sentía) le entro a la entrevista... (este es un extracto, el compilado más completo está en la versión de video de Nacion.com). Sin embargo, en el lapso de la conversación, también logré mis momentos a solas con él... y sus respuestas me desarmaron en ambos casos.

-- Gabriel, vos pasaste por una situación de salud muy difícil de afrontar a los... apenas con cinco años de edad. ¿Cómo recordás ese proceso, el que hoy uno puede ver con diferentes ojos, pero... digamos, cómo recordás el diagnóstico de que tenías un problema serio en una pierna?

-- Mmm, ahora normal, en ese momento no entendía muy bien. Mi mamá siempre estuvo ahí y me iba explicando. Pero antes de lo de la pierna (la amputación) ya era muy difícil por la quimio (la quimioterapia)... y el yeso... me pusieron un yeso en toda la pierna y me dolía y era incómodo...

-- ¿Cómo asimila un chiquito de cinco años que tras un proceso de meses, quimio y etc, le digan que le tienen que cortar una pierna?

(Se queda viéndome, sin juzgar, solo pensando unos segundos... y me responde con lo que quizá es la única respuesta posible)...

-- Me puse a llorar...

Trago grueso, ya no puedo ni repreguntar... no puedo ni volver a ver al fotógrafo, Alonso, ni a Kenneth de video. En el ínterin, la vida en esa barriada de León XIII sigue su curso más allá de la hoy estrella de fútbol amputado... El tema ya fue, al menos para los amiguitos de barrio de Gabriel, unos chiquillos adorables, en especial Keydan, de cinco años años y quien contesta todo lo que uno quisiera saber (adelantándose a Gabriel) y además, adiciona que él y su hermano ahí presente, sí son hermanos, pero de papás diferentes. Entonces le digo al güila ese enamorable “Ayy, ¿ves? yo también tengo dos hijos de papás diferentes, y también se quieren muchísimo!”

-- Y bueno, cómo fue todo ya una vez que regresaste a la casa... sin la lucha contra el cáncer, pero sin tu pierna...

-- Diay, feo... pero en otra parte bien por estar en la casa. Cuando veníamos para acá, mi mamá estaba llorando y me decía que cómo iba a hacer para entrar a la casa y yo le dije: ‘Tranquila Ma, como un monito... ha visto, como un monito, podía con los dos brazos y me ayudaba con la pierna derecha... mi mamá se puso a llorar mucho, pero así empecé a acostumbrarme (a no tener pierna izquierda)”.

De ese momento hasta hoy, tres años y medio después, Gabriel pasó su trance emocional pero, no lo sabemos-- quizá el instinto innato de los niños-- se quitó el “pobrecito” de encima y en semanas estaba haciendo sus piruetas físicas junto a la chiquillada del barrio.

Tuvo sus momentos, eso sí, pero le pudo más el ímpetu... la naturaleza o qué sé yo.

Hoy, Gabriel Molina González es un chiquillo más en la barriada de León XIII. Nadie repara en su discapacidad en la populosa vecindad. Ya bastante tuvieron cuando ocurrió todo el proceso: si hubo curiosidad por cómo Gabriel había sobrevivido al cáncer, y regresó sin una pierna, esta se destiñó en poquísimos días. Pero al primero que pareció olvidársele fue al chiquillo, aunque admite que, por algunos días, estuvo “deprimido”. Unos diíllas no más.

Gabriel ha adquirido una destreza extraordinaria desde que perdió su pierna derecha. Sube y baja árboles con gran agilidad, y dice que le encantaría aprender a hacer parkour (disciplina deportiva que se especializa en sortear obstáculos). Foto Alonso Tenorio (Alonso Tenorio)

Y aquí es donde volvemos al tema de la analogía con la bicicleta, la que tras llegar a casa le mostró el camino a ir venciendo obstáculos en su nueva vida, sin una pierna. Tras haber pasado semanas y hasta meses en el hospital, y posiblemente por ese ímpetu inocente que tienen los niños, Gabriel empezó a experimentar hasta dónde podía llegar con sus tres extremidades... y vaya que lo logró.

Al llegar hasta aquí, pareciera que nos conducimos hacia un final feliz, pero aún faltaba un duro trance. Tras la adaptación de Gabriel a su nueva situación física, como es lógico, hubo un seguimiento a su condición de salud.

Los médicos habían amputado la pierna completa (hasta arriba, desde donde termina la cadera diciéndolo en palabras sencillas) para evitar la posibilidad de una metástasis y tener que aplicar un procedimiento adicional.

Pero, aún así, tras las citas de seguimiento, los mismos oncólogos, enfermeras, y personal de apoyo del Hospital de Niños le comunicaron a doña Juanita le peor noticia que pudo haber recibido, incluso peor que la que asimiló con todo el proceso de su pequeño Gabriel, en junio del 2017.

“Mamita --así se acostumbró a llamarla el personal hospitalario vinculado con su familia, en este caso, fue uno de los tantos médicos que ella ve como verdaderos ángeles -- esto es lo último que quisiera decirle pero le encontramos unos nódulos en los pulmones al chiquito... vamos a operarlo, vamos a tratar de extraer las seis ‘bolitas’ y vamos a ver qué pasa”, le dijo el oncólogo a doña Juanita.

Y sí, como ahora lo rememora en nuestro soleado conversatorio, mientras Gabriel “chiroteaba” con los otros chiquillos, nos contó que ya no pudo aguantar más. Se quiebra. Sus reminiscencias humedecen los ojos una vez más. “Ya no pude soportar más. Nosotros terminamos por hacernos como hermanos, los papás de chiquitos que estaban con cáncer, en distintas condiciones. En medio de todo, terminamos bromeando porque había un cuarto especial que era cuando nos llamaban los especialistas para darnos noticias de vida o muerte, entonces le decíamos ‘El cuarto de Chucky’. Ahí fue donde recibí esa noticia, ¿nódulos en un pulmón? Imagínese, ya ahí me derrumbé, venía saliendo de todos esos cinco meses, de ver a Gabriel empezando su nueva vida, y ahora me decían prácticamente que había metástasis... Entonces, ya sin fuerzas, le imploré a Dios que no más, que se lo entregaba, que si tenía que llevárselo yo aceptaba su voluntad, pero que no quería ver a mi chiquito sufrir más, se lo entregué con todo mi corazón”, rememora atacada en llanto.

Llegó el día de la operación de auscultación, que demoraba unas ocho horas, según le habían dicho.

Pero en un tiempo mucho menor, llegaron los médicos a cargo y la llamaron al “cuarto de Chucky”. Ella, por supuesto, se esperaba lo peor, pero ya estaba totalmente resignada, tras hacer las pases con el Dios que rige su vida y al que le cedió, sin ambages, a su amado Gabriel.

Las palabras del doctor a cargo la dejaron helada: “Mamita, antes que todo quiero decirle que yo no estoy loco. Ni ninguno del equipo. Acabamos de terminar la cirugía de Gabriel. Nosotros jamás vamos a operar sin estar seguros, todos los exámenes anteriores mostraban los nódulos. Ahorita que lo intervenimos, nos quedamos pasmados: los nódulos desaparecieron, Mamita, ¡los pulmones están limpios!”

Termina la historia y mientras se enjuga las lágrimas, dice quedamente: “Fue un milagro, un milagro total”.

Nueve meses después, Gabriel se subiría por primera vez en su vida a un avión, nada menos que con rumbo a Alemania, donde él y su equipo de fútbol amputado tuvieron varias presentaciones, principalmente en Frankfurt.

Los detalles de esa experiencia dan para un artículo completo, adicional. Pero destacan unas cuántas anécdotas: dice que lloró antes de irse porque le tenía miedo al avión, aunque ya se le quitó y más bien quiere montarse en un barco. Gabriel aún tenía un catéter en el estómago, pues igual seguía con tratamientos posteriores, entonces como todos sus compañeros se metieron a una piscina magnífica que había en unas instalaciones allá, entre los líderes del equipo se ingeniaron “envolver” el torso del chiquito con plástico, de manera que el catéter quedara bien protegido. Entonces, eufórico, Gabriel hizo de las suyas en la piscina, porque hay que decir que le encanta nadar.

Y, a la postre, el chiquito ya sabe a qué se quiere dedicar cuando esté grande: le encanta el inglés, quiere aprender a hablarlo perfecto y de grande, enseñarlo. El viaje a Alemania lo marcó, cuando escuchaba a la gente hablar en otros idiomas, principalmente en inglés. Espera que, en el próximo viaje, pueda practicar esa lengua con todos aquellos que conozca en sus nuevas aventuras, más ahora que se perfila como tremenda estrella del fútbol amputado nacional.

Tanto por su talento como por su personalidad, Gabriel se ha convertido en toda una celebridad en el gremio. Acá posa junto a Selección de Fútbol Amputado de Estados Unidos, que visitó Costa Rica en octubre del 2019. Foto Harold Villalobos.

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© 2023 Todos los derechos reservados, cualquier uso requiere autorización expresa y por escrito de Grupo Nación GN S.A.

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